En mi consulta diaria, escucho y veo la frustración de mis pacientes al enfrentarse a una enfermedad respiratoria que parece robarles su calidad de vida. Para muchos, esta condición representa una barrera que les impide disfrutar plenamente de la vida y compartir momentos con sus seres queridos. Además de esta frustración, se suma la interminable lista de medicamentos que deben tomar tanto para su condición respiratoria como para otras enfermedades.
Sé que, detrás de esta frustración, cada uno de mis pacientes anhela poder sentirse “bien”. Y aunque el concepto de “bien” es subjetivo, entiendo que para ellos significa llegar a ser saludables, independientes y libres de limitaciones. Quieren ser capaces de realizar sus actividades sin la constante sensación de no poder respirar o la carga de tomar un medicamento más.
Como leí alguna vez: “La vida que te enfermó no puede ser la misma que te sane. Debes estar dispuesto a sustituir ese viejo universo por uno completamente nuevo”. Esta idea resonó profundamente en mí porque yo misma he tenido que cambiar mi vida para mejorar mi salud. Por años, lidié con el sobrepeso y la obesidad, influenciada en gran medida por mi entorno familiar y los hábitos que había adoptado desde mi niñez. Aunque en la última década adopté una alimentación balanceada y una rutina de ejercicio, sentía que estos cambios no eran suficientes para sanar completamente mi cuerpo y recuperar la vitalidad.
Fue necesario un giro radical, cuestionarme lo que consideraba normal y dar prioridad a la salud. La pandemia me enseñó a valorar las cosas verdaderamente importantes, y sin lugar a duda, la salud es una de ellas. Este aprendizaje me ha llevado a entender que para construir una salud óptima, es fundamental cuestionarnos nuestros hábitos y estar dispuestos a desafiar las normas establecidas, incluso si eso implica recibir críticas de los demás.
Como médica, el camino hacia una perspectiva más integral ha sido desafiante. Durante mi formación, la medicina convencional me enseñó a centrarme en el diagnóstico y la prescripción de medicamentos. Mirando atrás, veo a mi “yo” de entonces, hablando a los pacientes sobre dieta y ejercicio sin profundizar. Hoy comprendo que eso no era suficiente; solo estaba colocando “parches” que no resolvían el problema de fondo y que, en muchos casos, contribuían a la frustración del paciente.
Ahora entiendo a aquellos que dejan sus medicamentos en cuanto se sienten mejor; es agotador estar atado a múltiples tratamientos. Sin embargo, al hacerlo, muchos retroceden como el cangrejo y vuelven a presentar los mismos síntomas iniciales. Me he dado cuenta de que la verdadera solución no está en volver a prescribir más medicamentos, sino en trabajar en los hábitos y estilos de vida que los llevan a enfermar. Ahí es donde está el potencial para librarse de los tratamientos y alcanzar una salud más duradera.
Otra reflexión importante es el rol que jugamos los médicos como figuras de autoridad para nuestros pacientes. Muchos confían plenamente en nosotros, pero ¿qué tipo de autoridad representamos si no practicamos lo que predicamos? ¿Cuántos médicos hacen ejercicio, se alimentan para sanar, priorizan el descanso, manejan el estrés y mantienen un peso saludable? Comprendí que, para ser un ejemplo real, debía empezar por mí misma. Bajé mi ego de “yo soy la doctora” y me puse en los zapatos de mis pacientes. Cambié primero por mi salud y bienestar, y ahora deseo que mis pacientes sepan que la clave para sanar no se encuentra solo en los medicamentos, sino en las decisiones que tomamos día a día. Estas decisiones, aunque a veces difíciles, son las que verdaderamente nos llevan a sentirnos bien, incluso si ello significa enfrentar las críticas o la incomprensión de quienes nos rodean.
En los últimos meses, mi objetivo ha sido empoderar a mis pacientes para que tomen decisiones conscientes y aprendan a usar herramientas que cambien el rumbo de su salud respiratoria y general. Estoy convencida, por experiencia personal, de que este enfoque tiene un impacto significativo y duradero. Por eso, hoy no como médica sino como Diana Brenes, te digo: prefiero mis horas de descanso y bienestar sobre el placer efímero. Prefiero invertir en actividades que aporten a mi salud y disfrute, porque sé que esas decisiones son las que realmente construyen una vida sana y plena.
Hoy tanto Javi como yo, creemos que la verdadera salud no solo se alcanza en el consultorio ni se encuentra en una receta médica. La salud real y duradera está en cada decisión que tomamos, cada hábito que construimos y en cómo elegimos cuidarnos. Mi esperanza es que, juntos, aprendamos a construir un bienestar que no solo sane los síntomas, sino que nos devuelva a vivir plenamente, libres y en armonía con nuestro cuerpo y nuestra vida.